domingo, 26 de octubre de 2008

13- Leo Leyenda lee “Tres hombres en un bote”


—Inés, este libro que estoy leyendo en este momento es fantástico. Es una verdadera lectura para divertirse mucho —le dice Leyenda, leyendo un libro sentado en un sillón de su jardín.

—¿Por qué? ¿Cómo se titula? —le pregunta Inés, mientras le ofrece un mate.

—Se llama “Tres hombres en un bote”, pero comienza así: “Éramos cuatro: Jorge, Guillermo Samuel Harris, un servidor y Montmorency, mi foxterrier.” Un libro que promete tres hombres, y en el primer párrafo ofrece cuatro es maravilloso.

—Sí, promete ser divertido.

—Claro, pero ya la tapa había anticipado esa revelación, lamento decirlo, el título es “Tres hombres en un bote” (sin contar el perro). Lamento decirlo porque mi sorpresa no fue tan grande, como la hubiera sido si no hubiese sabido nada del perro —le dice Leyenda sinceramente preocupado.

—¡Leo! ¡Vos leés todo! ¿Y cómo continúa? —lo anima Inés.

—“Reunidos en mi habitación fumábamos, charlando sobre nuestro mal estado; malo desde el punto de vista médico, se entiende.”

—Pobres, estaban enfermos. No debe ser un libro muy divertido —comenta Inés.

—Yo creo que sí, porque dice: “Nos sentíamos bastante fastidiados los cuatro y ello comenzaba a inquietarnos. Harris proclamó que experimentaba a veces singulares accesos de vértigo y que casi perdía la conciencia de sus actos. Entonces Jorge nos confió que a él le rodaba la cabeza, y que no sabía lo que hacía, por decirlo así. En cuanto a mí, era mi hígado el que funcionaba mal. Sabía que mi hígado funcionaba mal porque, precisamente, acababa de leer el anuncio de una especialidad médica para el hígado, en la que se detallaban los diversos síntomas que permiten reconocer que se tiene el hígado deteriorado: y yo los sentía casi todos.”

—¿Estás seguro de que no sienten mal? —le preguntó Inés.

—No, no les pasa nada, están aburridos, nada más —le asegura Leyenda.

—Sí, es posible, pero también puede ser que se sientan mal.

—No creo, porque continúa diciendo: “Es una cosa curiosa, no puedo leer el anuncio de un específico sin verme forzado a reconocer que sufro, justamente, del mal en cuestión en su forma más peligrosa. Siempre me parece que el diagnóstico corresponde, con toda exactitud, a los síntomas que noto.”

—A mí me pasa lo mismo que a ese personaje, no puedo oír hablar de piojos que me pica la cabeza. ¿Quién es el autor? —pregunta Inés.

—Jerome K. Jerome, fue un escritor inglés, el libro lo publicó en 1889 —le responde Leyenda.

— Oh, en 1889. Si esos personajes podrían ser nuestros amigos…. —dice Inés.

—Claro, y la causa de que se sienten mal es la consecuencia de su paseo en un bote por el río Támesis. Nada mejor que un paseo cuando uno se siente mal —le dice Leyenda, convencido de sus palabras.

—Por supuesto, Leo, es bueno que demos un paseo. Por eso el domingo vamos a ir a comer a la casa de mis padres, quiero que te conozcan —le dice Inés, cambiando hábilmente de tema.

—Bien, muy bien. ¿Le gustan las plantas a tu mamá? ¿Está bien que le lleve una de regalo? —pregunta Leyenda.

—Sí, Leo, está muy bien —le responde Inés.

—¿Ella tiene plantas? Si tiene se las elogiaré —planifica Leyenda.

—Sí, Leo, le va a gustar que le elogies sus helechos —le asegura Inés, mirándolo con ternura.

—Me alegro mucho —le responde Leyenda, que verdaderamente está contento, con su libro, con Inés, con conocer a la familia de Inés, y planifica que cuando termine de leer el libro, junto a Inés, se pondrá a elegir la planta que le regalará a su futura suegra.

2 comentarios:

tia elsa dijo...

Me gusta este relato de Leyenda, todo un personaje!!!

Mariela Torres dijo...

¡Gracias, Tía Elsa por seguir esta historia!