martes, 8 de julio de 2008

3- Leo Leyenda, sus plantas


Aquel día Leo se había levantado temprano, porque tenía mucho que leer.

Se sentó en el sillón hamaca que tenía en el jardín. Miró con satisfacción el huerto que se extendía ante su vista. Se sintió entusiasmado por la calidez de la mañana, apenas salido el sol.

—Buenos días —dijo, sin mirar a nada en especial.

—Buenos días —respondió una vocecita.

—¿Quién contestó? —preguntó asombrado.

Nadie respondió. Leo pensó que habría sido el eco. Tomó el primer diario:

El cuñado dijo que la mató
Felipe F., acusado del homicidio de su concubina por el hermano de ésta.La causa por el crimen de Lola F. tiene un nuevo testigo. El hermano de ésta acusa del homicidio a su cuñado.


—Hay que ser un lector experto como yo para entender quién es quién en este laberinto —pensó, con suficiencia, Leyenda— ¡Qué mal que se escribe en la prensa actualmente! —se dijo en voz alta.

—Sí, algo hemos oído.

—Claro que se escribe mal —continuó sin prestar atención a la voz que había hablado— es lo que yo digo. Así no hay quién lea de este modo.

—Tiene razón, yo soy de la misma opinión.

—¿Quién dijo eso? —preguntó, resuelto, Leyenda.

—Yo —contestó tímidamente una margarita.

—¿Una margarita me habla? —pensó que tenía razón su psicóloga, que le había escrito una carta, que había leído con mucho placer, aconsejándole salir a ver el mundo y estrechar contacto con las personas. Por quedarse encerrado en su casa, ¡sentía que la margarita le hablaba!

—Sí —dijo la margarita más segura. Las plantas podemos hablar. Aquí donde nos ve, tan calladitas, tenemos una sabiduría muy grande y muchas cosas que contar, pero no a cualquiera, claro, no vamos a decir una inconveniencia para ir a parar a un laboratorio, imagínese.

—No, claro. Me imagino —respondió Leyenda— entonces… ¿quién está escribiendo en la computadora una novela? Yo no escribo novelas, bueno, yo no escribo casi nada, soy un lector que se precia de tal.

—Ah, la novela, sí, la planta carnívora, ésa que tiene al lado del escritorio. Muchas proteínas animales le dan fuerza en las hojas para escribir en el teclado. Claro, yo no sé qué pueda escribir, si se pasa todo el día comiendo y mirando la pantalla de la computadora —comentó la margarita, un poco envidiosa.

—Bueno, no importa, ya la leeré, ardo en deseos de leer algo —dijo Leyenda, y se fue sin saludar, a la búsqueda de los otros diarios de la mañana.

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