martes, 23 de septiembre de 2008

11- Leo Leyenda reencuentra a Inés



—Lila, ¿a qué no sabe lo que me ha pasado? —le dice Leyenda a su empleada, bastante agitado.

—No, ¿qué le pasó?

—¡Que casi desaparecemos, usted, yo, Inés, mi casa, la carnívora y todas mis plantas!

—¿Cómo es eso? —pregunta Lila, preparándose para servirle el té en el jardín.

—Sí, nuestra creadora, Mariela, hace cuatro días que no escribe nuestra historia. Y ese ayuno me puso mal, ¡había perdido un brazo!, ¿con qué iba sostener los libros?, ¿con qué iba a bailar el tango?, ¿con qué iba a abrazar a Inés?

—Seguramente se las arreglaría si eso ocurriera. Yo no me enteré de nada.

—Pero yo sí. Yo me enteré porque leo todo, no por nada soy Leo Leyenda, el lector. ¿Y sabe lo que leí?

—Dígamelo, no me pregunte, ya sabe que no sé —le responde Lila, con impaciencia.

—Que Mariela está escribiendo otras cosas, tiene otros blogs.

—Yo escuché por ahí que si nosotros nacimos es gracias a Edgardo Castillo, que le recomendó a Mariela que escribiera una historia sobre un personaje principal.

—No me venga con chismes, Lila; yo no he leído nada de eso.

—A mí me aseguraron que era de buena fuente —asegura Lila, moviendo la cabeza de arriba para abajo.

—Bueno, bueno, ya que estamos aquí, volvamos a lo nuestro: usted, sírvame el té; que ya está por llegar Inés.

—Es cierto, tocaron el timbre de la puerta.

—Vaya a ver, es ella, nos citamos este día a esta hora —le dice Leyenda.

Inés entra, viste un fresco vestido blanco, arriba de las rodillas, con sandalias plateadas.

—Inés, ¡qué hermosa estás!, ¡cada día más bella! —la abraza muy emocionado—,  tenía tanto miedo de perderte.

—Gracias, Leo. ¿Por qué ibas a perderme? Vivo aquí al lado.

—No, no te preocupes. Es natural que me sienta inquieto, al tener el amor de una mujer tan dulce y tan bella —le dice Leyenda, mirándola a los ojos.

—Gracias, Leo — le responde, conmovida por tanto cariño.

—Soy tan feliz, Inés, tan feliz —le dice arrodillándose a su lado, y abrazándole las rodillas. Luego, incorporándose, y volviéndose a sentar a su lado—. Estamos juntos, los dos, vivos, los dos, amándonos, los dos. Y aunque algún día nos apaguemos, como todos, siempre recordaré este momento, en que te volví a encontrar y te vi tan bella, tan mía, y estuvimos juntos y enamorados.

Leo se da cuenta de que Inés nunca lo había visto tan emocionado, tan cariñoso, tan elocuente; ella también está emocionada. Están juntos, y lo más importante, están vivos nuevamente en este lugar y en este tiempo.

2 comentarios:

tia elsa dijo...

Estan vivos gracias a la autora de sus días, que escribe muy bien, felicitaciones!!! Y no los mates de olvido eh????

Mariela Torres dijo...

¡Gracias, Elsa! Y también están vivos gracias a los lectores, como vos.