lunes, 18 de agosto de 2008

8- Leo Leyenda y el adivino Kyle Campbell


—Don Leo, anoche lo escuché en la televisión a usted. Vi el programa “Kyle predice su futuro”—le dijo la empleada, juntando los elementos del desayuno de Leyenda.

—¿A mí? No sabía que usted miraba ese programa, Lila —le respondió Leyenda, leyendo el diario.

—Y yo no sabía que usted iba a llamar al adivino, don Leo. ¿Y le adivinó?

—Sí, claro, me adivinó todo. Primero me preguntó si yo era “el lector”. Se ve que mi fama es muy grande, porque me conocía. Después me preguntó si yo era el mismo que nunca salía de mi casa y que hablaba con mis plantas…

—Sí, lo escuché. También le preguntó a usted si era aquel cuya vida social era menor a la de un caracol…

—Bueno, sí, también —respondió Leyenda, no muy conforme con ese recuerdo.

—¿Y qué le parece lo que le dijo?

—¿Que voy a encontrar un amor, y que ella será cantante de milongas? Debe ser cierto, porque me dijo que si no le creía que se lo preguntara a mi psicóloga o a mi planta carnívora. Es un adivino de verdad, sabe que tengo psicóloga y planta carnívora. Sí, Lila, yo le creo, porque me acertó todo. También me dijo que el libro que cambiará mi vida es “Mil y una formas de ligar con tu vecina”. Es de un tal Lord Sapphire. Pero que lo venden en Gales, no sé si lo encontraré en este barrio.

—Me alegro, don Leo, ¿y quién es esa cantante de milongas que será su amor?

—No sé, no conozco muchas cantantes de milongas, sólo a Inés, la vecina, la que me invitó el otro día a la milonga… —respondió Leyenda, distraído nuevamente, por la lectura del diario.

—¿No será esa, don Leo, la mujer que le dijo el adivino?

—No sé. ¿Qué me habrá querido decir el adivino con ese libro “Mil y una formas de ligar con tu vecina”. Ahora, hasta que no lo lea no lo sabré, aunque ya su título depara revelaciones que podrían cambiar mi vida, sin duda.

—¿Y este sábado va a ir a la milonga?

—No, este sábado voy a ir a la Fiesta de las Colectividades de Rosario, espero que en el stand de los galeses tengan el libro que me recomendó el adivino.

—Bueno, usted sabrá, y, otra cosa, ¿le limpio la carnívora?

—Sí, Lila, pero con un algodón y agua tibia, y con mucho cuidado, ¡ella es tan sensible! No sé qué haría sin esa planta, ¿vio? ¡ni un solo insecto en este escritorio!

—Pero si no hay insectos es porque yo limpio, don Leo —dijo Lila, ofendida.

—Claro, Lila, pero siempre entran… Bueno, no se preocupe, siga con lo suyo que yo tengo mucho que leer.

Leo había llamado al adivino de la televisión para indagar acerca de su felicidad, para que no dijeran después que él no se preocupaba por el amor y por cambiar su vida. Sí se preocupaba, y quería leer las señales del futuro. Había leído, porque leer era su forma de conocer, que no hay peor pecado que no saber leer las señales del futuro y traicionar ese posible destino. Pensó que debía conocer más a su vecina, si no era ella el amor que esperaba, seguramente conocería otras cantantes de milongas. Decidió asomarse al jardín, para ver si ella estaba en el suyo.

—Inés, ¿cómo le va? —dijo Leyenda asomando su cabeza por encima de la tapia.

—Bien, Leo, ¿y usted? —le contestó la vecina, levantando la vista de la mesa de jardín, donde estaba escribiendo.

—Y aquí… leyendo, ¿y usted qué hacía?, ¿no la molesto?

—No, no, estaba escribiendo una milonga, ¿quiere escuchar?

El lago estaba colmado
y las aguas no danzaban
el baile no empezaba
¿dónde estaba lo esperado?
Ulises, el anunciado
eso bien nos sorprendió
el público que esperó
se dio cuenta: no empezaba
porque Ulises no estaba
y, hasta ahora, no llegó.


—¿Cómo se llama?

—La milonga se llamará “La espera”, sobre la espera de un bailarín, que debe bailar junto a las aguas danzantes del lago del Parque Independencia, en la inauguración de estas aguas, pero se retrasa, y este conflicto, su retraso, es lo que cuenta mi milonga. ¿Viene a la milonga este sábado?

—No sé si pueda pasar por allí. Pienso ir a la Fiesta de las Colectividades, frente al Monumento a la Bandera.

—¡Qué bueno! Me alegro, es muy linda, bueno, entonces el otro fin de semana, ¿no le parece?

—Claro, sí. La dejo que siga trabajando, yo también tengo mucho que leer. Debo seleccionar cuentos para un concurso, para que después decida el jurado. Es uno de mis trabajos habituales.

Leyenda entró a la casa, se sentó frente a su escritorio y comenzó sus lecturas del día, mientras la planta carnívora fingía que cazaba insectos.

Si quieren saber todo lo que pasó en el programa “Kyle predice su futuro” léanlo a Lord Sapphire, en http://escribeya.com/Historias/Kyle-predice-su-futuro-14101

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